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Artículos

Sección: Regional
Publicado: Mayo 2001

La Codicia Y La Indiferencia Continúan Matando A Hombres Gays En Centroamérica

Por Richard Stern

Abril 7, 2000 En El Salvador, Raimundo, un hombre gay de 27 años, yace en la cama en un pabellón de uno de los hospitales públicos que existen en ese país. Raimundo tuvo un amigo norteamericano, Frank, que vivió un año en la capital, San Salvador, en 1993, trabajando en turismo. Frank, que vive en Los Angeles, también tiene SIDA y toma una costosa combinación de medicamentos antirretrovirales que lo mantienen con buena salud. Pero Raimundo, que ahora pesa 45 kilos y que padece una variedad de infecciones oportunistas, espera la muerte. "No puedo tragar, no puedo comer, mi boca está llena de hongos," se lamenta. Su país no le suministra ninguna clase de medicamentos antirretrovirales, cuyo costo supera los 700 dólares mensuales.

Raimundo ganaba 280 dólares al mes como obrero en una fábrica, cosiendo camisas de marca para un empresa norteamericana que las vende en Nueva York a 65 dólares cada una. De todos modos, Raimundo hace dos años que no trabaja desde que se enfermó. Cuando no está internado en el hospital, vive con su madre y tres hermanas menores en un apartamento de un solo ambiente en el centro de San Salvador. Raimundo no culpa a Frank por su situación. "No sabía mucho sobre SIDA. Nos enamoramos y no pensé siquiera en usar un preservativo. Pero hubiera deseado que mi país me tratara mejor. Me habría gustado tener una vida." Raimundo tiene fotos junto a Frank tomadas hace siete años. Ambos tienen bigotes y exhiben sus músculos, enfundados en remeras sin mangas y jeans. No hay ningún parecido con la figura esquelética que yace en la cama frente a mí. Raimundo, en aquel entonces, tenía 19 años. Frank, 26. Raimundo y Frank continúan escribiéndose y este último había planeado visitarlo en Navidad. "Le rogué que no viniera," dice Raimundo. "No hubiera podido tolerar que me viera en este estado."

Apenas a unos pocos kilómetros de donde yace Raimundo se encuentran todos los medicamentos que necesitaría para recuperarse de sus infecciones. Pero están en cajones bajo llave en las sedes de las empresas farmacéuticas internacionales que los fabrican. Muchas de la empresas son de origen norteamericano. Debido a los tratados comerciales, y a los esfuerzos en materia de lobby del gobierno norteamericano, los precios de los medicamentos para tratar el SIDA no han descendido significativamente y permanecen fuera del alcance del 95 por ciento de la población de la región. En la vecina Guatemala, los hombres gays tienen temor de revelar su condición de HIV positivos a los trabajadores sociales. "Tengo que ocultarle a mi familia el hecho de que tengo SIDA" confiesa Mario, que proviene de una familia católica tradicional. "Pero si supieran que soy gay, me echarían a la calle." Pero Mario no ignora que a medida que se enferme más, le será más difícil ocultar a su familia su condición. En Guatemala, es común que las personas con SIDA sean echadas a la calle por sus familias. Y, si son gays, la situación puede ser mucho peor. Douglas Lara, un joven guatemalteco que trabaja en SIDA, me recibió cuando hice una visita reciente a ese país. "Es una vergüenza," dice-; "en los Estados Unidos, estos medicamentos son accesibles. ¿Pero quién en Guatemala puede darse el lujo de pagar 700 dólares al mes? La codicia de las grandes empresas y la indiferencia internacional están matando a los hombres gays de mi país." Las historia de Raimundo y de Mario no son la excepción. Cada año, mueren de SIDA en Centroamérica alrededor de 1500 hombres gays. La mayoría tiene menos de 35 años y la mayoría sufre muertes horribles por las infecciones oportunistas no tratadas que devastan sus organismos. Sólo en Costa Rica el sistema de salud pública provee de medicamentos antirretrovirales a todos los que los necesitan. En Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua, sólo el 5 por ciento de las Personas Viviendo con SIDA tiene acceso a las drogas antirretrovirales.

La revolución que desató el SIDA y la accesibilidad a los medicamentos ha cambiado considerablemente las vidas de los hombres gays con HIV en los Estados Unidos y en Europa, pero hay poco o ningún cambio en el hemisferio sur.

Richard Stern es Director de la Asociación de Derechos Humanos Agua Buena, con sede en San José de Costa Rica, que lucha por el Acceso al Tratamiento de Personas Viviendo con HIV/SIDA en Centroamérica. Asociación Agua Buena Apartado 366-2200 Coronado, Costa Rica Tel/Fax 506-2280-3548 e-mail: rastern@sol.racsa.co.cr

 

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